Se acerca el 40 aniversario (1981–2021) de la fundación de la asociación Apertura; el inminente acontecimiento nos ha hecho recordar las celebraciones de aniversarios pasados, que os queremos participar transcribiendo aquí otro de los textos producidos 15 años atrás, con motivo de la celebración del 25 aniversario de Apertura. El texto es de Laura Vaccarezza: 

 

Hoy quiero hablar de mis 25 años, de mis veinticinco años en Apertura que, con toda seguridad, no son los mismos ni para mis colegas, fundadores como yo, ni para los que también lo han sido y se han ido, ni para los que han pasado por la institución, ni para los que se han quedado, ni para los que han venido y vienen a escucharnos. Cada uno tendrá su lectura, su posición, su modo diferencial de acercarse a la institución, su interpretación de lo que es, de lo que ésta significa y su propia respuesta  del porqué pertenecer a una asociación.

En mi caso comienza con el “no es eso” freudiano, que comparto con otros con los que nos asociamos para trabajar, para investigar de “otro modo”, sin amo, volviendo a los textos.

Momento largo y fecundo, tan fecundo que golpeaban a nuestra puerta para acercarse a la formación y a la transmisión que no nos atrevíamos a dar. El “no estamos suficientemente preparados” eterno de algunos no amilanó el  deseo de otros y, así, Apertura se abre a aquéllos que se “adhieren al proyecto”.

Otro momento de viraje, en este caso se trata de autorización, de esfuerzo de trabajo, de escritura, de producción, en el que aprendí enseñando, confrontando y exponiendo en un largo proceso hasta hoy.

Aprendí también de la ruptura, del  estallido, de la escisión, aprendí que separarse no es fracaso, tampoco es éxito, es realidad, es la realidad de las instituciones, es lo que permite el progreso si uno no se queda atascado en las pasiones o en el duelo. Encontré, en ese momento, sentido a las palabras de quien considero mi maestro y para el que siempre fui Laurita. En los momentos en que le hablaba de problemas institucionales, él me decía: la clínica, la clínica, hay que volver a la clínica. Fue el intento de explicarme ciertos fenómenos institucionales lo que me puso a trabajar una vez más.

He pasado a mi manera  por mi apertura síntoma, mi apertura-fantasma, mi apertura-goce, mi apertura-deseo, y me he quedado con mi apertura-trabajo. Todo esto me permite decir que el valor que se le puede dar a las asociaciones es particular para cada analista, y que depende del momento de su formación y de su análisis, de lo que suponga que es un psicoanálisis, de lo que suponga que es ser analista, de sus motivos conscientes o inconscientes para inscribirse en ellas, de lo que crea que puede conseguir, ya sea reconocimiento, prestigio, poder, lo que sea que ponga en juego en cada momento.

De todos modos, creo que las diferencias pueden encontrarse en un punto, y es que las asociaciones, con todos sus avatares, producen saber, que asociarse permite sostener y sostenerse en un discurso y que la transferencia de trabajo es posible, como he podido comprobar en estos años. Motivos por los que concluyo que la reunión de analistas va unida al acto analítico, que  es un efecto del mismo y es un lugar más por el que el analista ha de transitar, ya que el encuentro cotidiano con la falta en la soledad de su despacho le impulsa  a compartir, a intentar transmitir cómo se las arregla con eso tan particular que es su trabajo.

¿Qué podemos esperar entonces de las instituciones? Escuchemos a Freud en 1914, refiriéndose a las reuniones de los miércoles:

“El pequeño círculo así iniciado adquirió pronto más amplitud y cambió varias veces de composición en el curso de los años siguientes. Por la riqueza y la variedad de dotes de sus miembros, podía ser comparado, sin desventaja, con el estado mayor de cualquier profesor clínico. Desde un principio formaron parte de él aquellas personalidades que más tarde han desempeñado en la historia del movimiento analítico papeles importantes, aunque no siempre satisfactorios. Pero en aquella época no podía prever yo un tal desarrollo. Debía darme por contento, y creo haber puesto de mi parte todo lo posible para hacer accesibles a los demás mis conocimientos y mi experiencia. Surgieron, sin embargo, dos circunstancias que constituían un mal presagio, y que acabaron por distanciarme internamente del grupo. No conseguí en efecto, establecer entre sus miembros aquel acuerdo que debe reinar entre hombres consagrados a una misma ardua labor, ni tampoco ahogar las disputas sobre prioridad, a las que el trabajo común daba frecuente ocasión. Las dificultades particularmente grandes de la enseñanza práctica del psicoanálisis, a las cuales se deben muchas de las desavenencias actuales, no tardaron en hacerse sentir en la naciente Asociación Psicoanalítica Privada de Viena.”

Pese a todo, continuó… por muchos años. Feliz cumpleaños a todos.

Laura Vaccarezza

 

Artículo publicado en el libro: La formación del psicoanalista y el valor de las instituciones, editado con motivo del 25 aniversario de Apertura.