Transmitir la clínica psicoanalítica

La palabra transmisión viene del latín trasmittere, derivado de mittere, que quiere decir meter y significa, entre otras cosas, hacer llegar a alguien mensajes o noticias. Traspasar, hacer pasar a otro una cosa que uno posee, por ejemplo, derechos atribuciones o una herencia.

Clínica es una palabra derivada del latín clínicus y del griego Klinicus. Significa: el que visita al que está en cama; (Kline: cama; Klino: inclinarse). Se designa como clínica a la parte práctica de la medicina, o sea, el tratamiento de enfermos.

Si trasladamos estos dos términos al psicoanálisis, tenemos que decir que se trata de hacer llegar, de pasar a otro un saber sobre una clínica que no es precisamente médica, aunque el psicoanálisis haya heredado esta misma palabra para nombrar su práctica. La clínica psicoanalítica no es ni médica ni psiquiátrica, es una clínica de la escucha, una clínica del discurso, una clínica del objeto. Si precisamos un poco más podemos decir: Es la escucha de un saber transferido al analista.

¿Cómo transmitir a otros analistas algo de la experiencia de nuestra práctica?

¿Cómo hacer un pasaje de algo privado (aquello que acontece en un análisis), a lo público? ¿Cómo no caer en hacer de ello el relato de un cuento entretenido o una anécdota más o menos dramática? ¿Cómo evitar lo que tiene de exhibición, de escena primaria, a la mirada del público?

Estos y seguramente muchos otros son los riesgos y las dificultades que se nos plantean cuando de clínica se trata.

La exposición de casos clínicos es, a mi entender, una de las posibles vías para la transmisión. Sin duda hay otras, en primer término: el análisis del analista, fundamental para el ejercicio de una práctica, ya que es didáctico en sí mismo. El control, en que el analista habla de su práctica, demandando un saber sobre la misma. Quiero destacar el pase como un momento crucial del análisis, ya que es el momento en que se produce el pasaje de analizante a analista. Si este paso no fue dado en la cura, difícilmente se podrá acompañar a un analizante hasta el fin de su análisis. No me refiero a estos requisitos que mencioné como pasos a realizar en una escala burocrática, institucionalizada y refrendada con títulos y certificados, es otra cuestión.Estos tres momentos de la formación son fundamentales. Luego, el analista da pruebas de este recorrido en otros lugares. Da cuenta de su trabajo y lo confronta con la comunidad de analistas. Este es el segundo momento de la autorización. El analista se autoriza por sí mismo y ante los otros.

Vuelvo al punto que me interesa resaltar, ¿Cómo decir la clínica? ¿Cómo presentarla?

Me parece que un modo de avanzar en nuestro discurso es, tal como nos lo transmitió Freud, reconociendo los fallos, no dando nada por sabido y tomando cada caso como un nuevo caso; podremos así sacar algunas conclusiones. 

Decir la clínica

Se puede  plantear un fragmento de discurso como ejemplificador de una cuestión teórica que nos interese trabajar, tomar algún punto ciego en una cura y trabajar sobre él. Pero creo que lo que sobre todo hay que saber, cuando se trata de una presentación clínica, es, al menos es así como yo la pienso, que lo que se dice no es la cura en sí mima, sino que es la cura dicha por un analista. Es más: algo de esa cura toca al analista y le hace hablar, le hace interrogarse, cuestionarse. Allí digo que hubo transmisión. Algo de ese analizante tocó al analista y lo puso a trabajar. Algo de lo que ese analista diga públicamente tocará a uno, dos o no sabemos cuántos y los pondrá a trabajar, a interrogarse. Si, tal como lo planteo, la transmisión es un efecto de discurso y, agrego, un efecto de discurso bajo trasferencia (trátese de transferencia en la cura o de transferencia de trabajo) los efectos de este discurso están bajo la égida de las formaciones del inconsciente. Lacan dijo:

«no hay formación del analista sino formaciones del inconsciente».

Nueva ficción entonces de un Sujeto supuesto saber hacer, en este caso ficción que, como el análisis, desvela una verdad particular para cada sujeto. La ficción de la presentación clínica permitirá, tal vez, pasar algún saber.

Para concluir, siguiendo a Freud y Lacan, creo que si hay algo que se transmite, si hay transmisión, ésta es en acto, y el acto por excelencia es el acto analítico. Este acto logrado, siempre fallido, nos deja una enseñanza. Ésta es que en cada acto algo se pierde y, justamente por eso, porque se pierde, es por lo que habrá en otro momento, en otro lugar, y nunca del mismo modo, otro acto que lo suceda. Eso que «no tenemos» y «que no somos» que pasamos a otros será causa de  nuevos encuentros.


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